Me giré hacía él esperando una explicación a una duda que tenía sobre el tono del francés. Me miraba, casí podía sentir que me leía la mente. Poco a poco me acarició la mejilla, y se acercó lentamente, fundiendo nuestros labios en un dulce beso. Nuestras lenguas jugateaban como de dos gusanitos de seda fueran. Pecho contra pecho. Labio contra labio. Frente contra frente. Dos corazones entrelazados.
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